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¡Cambio de rumbo mundial!
Un llamado a unirnos para enfrentar las crisis mundiales convergentes, reemplazar los tratados de comercio e inversiones y otros de los componentes de la maquinaria devastadora que es la economía mundial impulsada por las grandes empresas transnacionales, y comenzar a construir de manera conjunta un futuro económico sustentable.
Estamos viviendo una época fuera de lo común, sin precedentes. Nunca antes en la historia del mundo se produjo tal convergencia de crisis y fuerzas que amenazan el futuro de los seres humanos y el planeta.
El colapso financiero ha desatado una crisis económica mundial con una espiral ascendente de desempleo y pobreza. Esto, a su vez, ocurre en medio de una crisis climática mundial que aumenta la temperatura del planeta, con consecuencias inimaginables. Mientras tanto, la convergencia de estas crisis económicas y climáticas se ve agravada por la posibilidad de una crisis alimentaria mundial y la perspectiva de hambrunas masivas e inanición. Además, esta triple crisis podría verse exacerbada por la crisis energética emergente a medida que la demanda mundial de petróleo supera la oferta, sumada a una crisis social agudizada por la intensificación correspondiente de las asimetrías entre clases, géneros y razas. De otra parte, la falta de capacidad de los gobiernos para manejar estas múltiples crisis sin dudas generará creciente inquietud y malestar político.
Más que en cualquier otro momento de la historia reciente, es hora de que las organizaciones de la sociedad civil y los movimientos sociales de masas pongan sus fuerzas en común para cambiar el rumbo y darle un vuelco completo a la agenda dominante y el modelo de globalización económica.
Gobernanza económica mundial
Las fuerzas motrices de estas crisis múltiples convergentes pueden, en muchos sentidos, rastrearse no solamente a la economía mundial globalizada y el sistema de capitalismo industrial predominante, sino también a sus instituciones de gobierno y su modelo de globalización económica neoliberal. Por más de medio siglo, las instituciones de Bretton Woods –la Organización Mundial del Comercio (y su antecesor el GATT), el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional – y algunos países industrializados que controlan estas instituciones, han administrado y gobernado la economía mundial favoreciendo por encima de todo los intereses de los poderosos económicamente. Es un hecho que su agenda de maximización de sus ganancias mediante el crecimiento económico desigual e ilimitado ha beneficiado a las empresas transnacionales, a costa tanto de os pueblos como del medio ambiente. Más recientemente, es cada vez más evidente que este sistema de gobernanza económica mundial –basado en el modelo neoliberal de desregulación extrema y privatización, y la cesión de nuevos poderes corporativos a las empresas y el debilitamiento de los derechos sociales y ambientales – no sólo ha fracasado. También es una de las causas subyacentes de las crisis mundiales actuales.
Sin embargo, hasta ahora, la mayoría de los países, especialmente las potencias industrializadas, se han negado firmemente a reclamar cambios fundamentales en este sistema mundial de gobernanza o su modelo neoliberal. Aunque el G8, compuesto por los principales países industrializados del Norte global, se ha ampliado ahora para incluir a las principales economías emergentes del Sur global en el G20, tanto el G8 como el G20 respaldan y defienden ampliamente el status quo en lo que hace a la economía mundial. Recientemente, en respuesta a las crisis financieras y económicas, la Asamblea General de la ONU que representa a los 192 Estados nacionales del mundo, publicó un comunicado basado en el Informe de la Comisión Stiglitz reclamando cambios importantes en el sistema de gobernanza económica mundial. No obstante, estas iniciativas de reforma fueron bloqueadas efectivamente y luego marginadas por ciertas potencias industriales que participan en el proceso exclusivo del G8 y el G20.
Mecanismos comerciales neoliberales
La OMC y los diversos tratados de ‘libre comercio’ bilaterales y regionales se cuentan entre los principales mecanismos de aplicación efectiva de este sistema de gobernanza económica mundial. El objetivo principal de estos regímenes neoliberales de comercio e inversión ha sido establecer un mercado global para que las empresas transnacionales operen y vendan sus productos en todos los países del mundo, sin que los gobiernos nacionales puedan regular o intervenir a favor del interés público. En efecto, estos tratados de ‘libre comercio’ sirven para cederles a los inversionistas extranjeros nuevos derechos y poderes de control de los recursos naturales, los servicios esenciales y más. También obligan a los países a abrirle sus mercados al dumping de productos alimenticios que destruyen la agricultura local y la seguridad alimentaria. Además, estos acuerdos obligan a los gobiernos nacionales y locales a eliminar importantes protecciones sociales y ambientales.
Como consecuencia, la capacidad de los gobiernos, especialmente de los países en desarrollo, de gobernar y administrar sus propias economías y ponerlas al servicio de las necesidades de su pueblo y el medio ambiente, se ha visto gravemente restringida por reglas ‘comerciales’ diseñadas principalmente para favorecer los intereses de lucro de las grandes empresas transnacionales globalizadas. Esto sucede porque estas reglas ‘comerciales’ socavan la capacidad de los gobiernos de aprobar políticas no comerciales y leyes diseñadas para preservar y proteger los servicios esenciales, los recursos naturales, la soberanía alimentaria, el acceso a las medicinas, y la salud y seguridad pública, entre otros. Como resultado, estos regímenes neoliberales de comercio e inversión se han convertido también en fuerza motriz de la diseminación y expansión de las múltiples crisis que enfrentan la humanidad y el planeta.
Crisis económica y climática
Fue la OMC, por ejemplo, quien jugó un papel crucial en el desencadenamiento del colapso financiero con sus reglas que requerían a los países liberalizar y desregular los servicios financieros, precipitando la actual crisis económica. Sujetos al Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios (AGCS) de la OMC, muchos gobiernos fueron obligados simplemente a eliminar leyes que ofrecían importantes salvaguardias financieras, a permitir el ingreso de bancos extranjeros y otros proveedores de servicios financieros, y autorizar el comercio (riesgoso) de nuevos productos y servicios financieros. Como resultado, los gobiernos, privados por el AGCS del derecho a regular los valores, permitieron que se vendieran y compraran en todo el mundo derivados basados en hipotecas estadounidenses de alto riesgo, precipitando y acelerando así la crisis actual. De manera indignante, los mismos bancos representados en el Grupo de Líderes Financieros del AGCS, que exportaron este modelo de liberalización de los servicios financieros al mundo entero, son los principales beneficiarios de los paquetes de rescate financiados por los contribuyentes.
Esta agenda de comercio y globalización neoliberal ha sido asimismo un factor clave de la intensificación y expansión de la crisis climática mundial. Las emisiones de carbono generadas por este modelo de producción y consumo orientados a la exportación son insustentables desde el punto de vista del calentamiento global. Sumado al aporte de los procesos de producción industrial, la carga y transporte de mercancías es una de las principales fuentes de emisiones de gases de efecto invernadero responsables por el calentamiento del planeta. Según la Organización de las Naciones Unidas, el transporte interoceánico es por sí solo responsable del 7% de las emisiones de carbono del planeta. Sin embargo, algunas políticas ambientales clave y otras acciones regulatorias que algunos gobiernos implementan para reducir las emisiones de carbono o promover fuentes alternativas de energía renovable están siendo cuestionadas como barreras ilegales al comercio que deben eliminarse o someterse a sanciones económicas, según las normas de la OMC y las reglas de los TLC bilaterales.
Crisis alimentaria y social
Del mismo modo, la producción agraria orientada a la exportación en los países en desarrollo intensifica en lugar de mitigar la crisis alimentaria y de hambre que se avecina en el mundo entero. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), las tasas mundiales de hambre aumentarán como nunca en 2009, al punto que una de cada seis personas en el mundo sufrirá desnutrición y correrá riesgo de inanición. De conformidad con las normas de la OMC en materia de comercio agropecuario, las grandes empresas de agronegocio subsidiadas por las potencias industriales están habilitadas a inundar los mercados extranjeros con sus productos primarios (commodities), supuestamente con el propósito de proveer de alimentos al supermercado mundial. Además, puesto que las reglas comerciales están diseñadas para aumentar los volúmenes de comercio en lugar de promover la seguridad alimentaria, y debido a que muchos países en desarrollo se ven obligados a obtener divisas para pagar las deudas que mantienen con las instituciones financieras mundiales, los cultivos producidos en las mejores tierras agrícolas de los países en desarrollo se exportan principalmente a los países ricos industrializados. Al mismo tiempo, en lugar de dejarlos producir alimentos para su propia gente, a los campesinos del Sur global se los expulsa y desplaza de sus tierras, aumentando las tasas de desempleo en las ciudades.
Mientras tanto, subyacente a estas dimensiones comerciales de las múltiples crisis actuales transcurre una crisis social permanente que continúa enconándose y agudizándose, tanto en el Sur como en el Norte, como resultado inherente de la globalización neoliberal. Tras varias décadas de comercio liberalizado de bienes industriales, se ha registrado una reducción de los salarios y un empeoramiento generalizado de las condiciones laborales en todo el mundo. Los trabajadores del Sur y del Norte son empujados ahora a competir cada vez más los unos contra los otros en una carrera de nivelación hacia abajo que sólo enriquece a las empresas transnacionales que consideran a los trabajadores simplemente como un elemento más de sus cadenas de abastecimiento mundial. Gobernados por regímenes comerciales bilaterales y mundiales, los países en desarrollo tienen prohibido utilizar políticas industriales y estrategias utilizadas anteriormente por las naciones ricas para aprovechar la inversión extranjera en pos de sus propias necesidades de desarrollo. En lugar, los países se ven obligados a competir entre sí por la inversión extranjera directa, rebajando a tal efecto sus estándares sociales y ambientales y acelerando así la carrera de nivelación hacia abajo a escala mundial.
Soluciones falsas
En realidad, el sistema mundial de comercio e inversiones está en el ojo de la tormenta de las múltiples crisis que convergen hoy en día sobre el mundo. No se encontrarán soluciones duraderas a estas crisis sin cambiar el modelo neoliberal y el conjunto de políticas relacionadas que implementan la OMC y los regímenes comerciales regionales y bilaterales. No obstante, en lugar de reclamar este tipo de cambio fundamental, la mayoría de los gobiernos del mundo están promoviendo soluciones falsas, como la conclusión de la Ronda de Doha de la OMC y la aplicación de más acuerdos comerciales bilaterales y birregionales. Sin embargo, estos acuerdos comerciales sólo exacerbarán las crisis.
Liberalizar y desregular los servicios financieros no salvaguardará los créditos, préstamos e hipotecas de la gente, sino que les permitirá a los bancos y a las empresas de seguros utilizar el dinero de los depositantes para invertirlo en emprendimientos riesgosos. Bajar aun más los aranceles no ayudará a alimentar a la gente que sufre hambre, puesto que eso destruirá los medios de vida de muchos agricultores del Sur y el Norte, beneficiando en cambio los intereses de las empresas de agronegocios e incrementando aún más su poderío y el control que detentan del sistema alimentario. Bajar los aranceles industriales y eliminar los estándares técnicos tampoco conducirá a la creación de nuevas fuentes de trabajo en el Norte y en el Sur, eso contribuirá más bien a perpetuar la espiral de desmejoramiento de las condiciones sociales y laborales, especialmente para las mujeres y las comunidades pobres.
Para resolver las crisis financiera, climática y alimentaria de nuestra época, los gobiernos deben disponer del espacio político y la flexibilidad necesarios para reglamentar, y en muchos casos volver a regular sus economías para ponerlas al servicio del bien común de sus pueblos y el medio ambiente. Siempre que las reglas comerciales vinculantes diseñadas principalmente para garantizar ganancias a corto plazo y beneficiar los intereses estratégicos de las empresas transnacionales sigan en pie a través de la OMC y los acuerdos comerciales regionales y bilaterales, los gobiernos tendrán sus manos atadas para resolver estos desafíos, tanto en el ámbito nacional como internacional.
Llamado a la acción
Mientras nos preparamos para volver a movilizar la resistencia contra otra más de las conferencias ministeriales de la OMC que se llevará a cabo a finales de noviembre de 2009 –exactamente 10 años después de la “Batalla de Seattle” y días antes de la importante cumbre de la ONU sobre el clima a celebrarse en Copenhague—con el propósito de promover la ampliación de los poderes de la OMC, unámonos en esta causa común. Para superar estas crisis actuales mundiales y sistémicas que están consumiendo el planeta, debemos reclamar colectivamente que se construya un nuevo orden económico mundial: uno que coloque la satisfacción de las necesidades humanas básicas y la aplicación de todos los derechos sociales, económicos, culturales, políticos y humanos en el centro de sus prioridades programáticas; uno que esté basado en modelos de producción y consumo que respeten los límites de los recursos naturales del planeta, una distribución equitativa de estos recursos, y el uso de fuentes de energía limpias, seguras y renovables. Como primer paso importante hacia este nuevo orden económico mundial, insistimos que se desista del modelo neoliberal de comercio mundial y que se lo reemplace por un modelo de comercio multilateral alternativo que sea justo, sustentable y participativo.
Por lo tanto, les pedimos a los movimientos sociales, sindicatos y organizaciones de la sociedad civil del mundo que trabajen con nosotros en los meses que vienen para oponer resistencia y reemplazar el régimen de comercio y globalización neoliberal que está provocando e intensificando las crisis mundiales:
-Organizando acciones y movilizando a nuestros miembros para evitar la conclusión de la Ronda de Doha de la OMC, antes y después de su reunión ministerial en Ginebra;
-Promoviendo y estableciendo una moratoria a las negociaciones de libre comercio bilaterales y birregionales en determinados países y regiones;
-Realizando acciones para asegurarnos que la OMC y su modelo neoliberal de comercio queden deslegitimados como soluciones falsas, en preparación de la Cumbre sobre el Clima en Copenhague.
Como sujetos de la historia, ¡es hora de exigir un cambio de rumbo mundial, antes de que sea demasiado tarde!